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CONGRESO INTERNACIONAL DE GEOGRAFÍA

La Serranía de Ronda: territorio, naturaleza, paisaje e identidad

De nuevo nos acogemos a la hospitalidad de esta noble casa de la Real Maestranza de Caballería de Ronda, sin cuyo apoyo y esfuerzo, especialmente el de su personal, no podríamos celebrar este Congreso, el cuarto de la serie, organizado por el Instituto de Estudios de Ronda y la Serranía. Durante cuatro jornadas, nos disponemos a desarrollar un importante muestrario de ponencias y comunicaciones, llevadas a cabo por especialistas de ámbito nacional e internacional.

Antes y después de que el sociólogo Pitt Rivers (1971) definiera la ciudad de Ronda como Capital Subprovincial de su extensa comarca, numerosos estudios y publicaciones, sobre todo de carácter geológico, geográfico-físico, biogeográfico e histórico, han venido a plasmar las singularidades de la Serranía de Ronda como una de las encrucijadas ecosistémicas y humanas más notables del planeta.

En esas publicaciones se nos explicaban la excepcionalidad y variedad del roquedo que la sustenta, con la complejidad tectónica tan propia de la Orogenia Alpina a que se debe, a partir de las unidades de los Mantos Paleozoicos, o Sierras Pardas, las de las Unidades Frontales y Subbética, o Sierras Blancas, las de las rocas ultramáficas, o Sierras Bermejas, y las de las cuencas sedimentarias y los Flysch del Campo de Gibraltar.

También la variedad y riqueza de ecosistemas, que conviven en parte con una intensa humanización a pesar de los condicionantes físicos. La forma en espolón entre dos mares y la gradación orográfica generan un mesoclima de montaña mediterránea húmeda, que propicia una gran variedad de paisajes naturales, donde hallamos series de vegetación climatófilas de quercíneas, las edafófilas de coníferas sobre las serpentinas, y las edafohigófilas sobre las riberas, donde, en las vaguadas de más umbría de los Alcornocales de los Montes de Cortes y del Aljibe, así como en las del Genal y los tributarios de Bermeja, aparece fugazmente el milagro del bosque lauroide. Sin embargo, será el abetal del Abies pinsapo, sobre las dolomías y calizas de la Sierra del Pinar en Grazalema y los amplios rodales de la Sierra de las Nieves, con otros menores en Sierra Blanca, la seña de identidad más conspicua de esta montaña, su más preciada singularidad, con especial mención al pinsapar serpentinícola de Los Reales como verdadera rareza botánica, rodeado de la numerosa y frágil cohorte de endemismos que pueblan las Sierras Bermejas. He aquí la idea de encrucijada biogeográfica, por cuanto se han descrito taxones de las regiones Eurosiberiana, Mediterránea y Macaronésica.

Todos estos elementos nos dibujan una comarca muy bien definida, cuyos límites serían las llanadas del Surco Intrabético al norte, las del Guadalquivir al oeste, del Valle del Guadalhorce al este, y del Mediterráneo y el Estrecho al sur. En este sentido, Ronda era y es capital de este vasto territorio de montañas y gentes que comprende el sur extremo de las de Sevilla, el oriente gaditano y gran parte de la Garbía malagueña.

A este paisaje natural se añaden en muchas de las laderas los cultivos y arboledas introducidos en mosaico, con el castañar como especie dominante en los nortes silíceos, las especies heliófilas en los sures, los regadíos en bancales y travertinos, y en las pequeñas llanadas y colinas, olivares, sembradíos, y campos adehesados y pastizales con las ganaderías extensivas. Todo ello es muestra de la aparición del hombre y sus usos desde tiempos prehistóricos, de la importancia de la colonización romana y altomedieval en la meseta rondeña, y, desde luego, de la ocupación de los vacíos territoriales por parte de los musulmanes, beréberes por lo general, y finalmente el establecimiento de los realengos y señoríos cristianos, con una mayor utilización del espacio agrícola y ganadero, acrecentado luego con el aumento demográfico en las sucesivas centurias. Ambos fenómenos culminan la actual fisonomía del paisaje. 

Todos estos elementos nos dibujan una comarca muy bien definida, cuyos límites serían las llanadas del Surco Intrabético al norte, las del Guadalquivir al oeste, del Valle del Guadalhorce al este, y del Mediterráneo y el Estrecho al sur. En este sentido, Ronda era y es capital de este vasto territorio de montañas y gentes que comprende el sur extremo de las de Sevilla, el oriente gaditano y gran parte de la Garbía malagueña.

En la actualidad, a pesar del indudable atractivo monumental, paisajístico y espiritual de la ciudad de Ronda, y de su indiscutible centralidad comercial, cultural, sanitaria y administrativa, la Serranía en su conjunto se enfrenta en nuestros días a un implacable proceso de despoblación, que comenzó con la crisis de la agricultura tradicional y la desaparición de los usos forestales, y se agravó con una masiva emigración de las cohortes jóvenes y maduras de los pequeños campesinos. Las pérdidas demográficas en algunas zonas como el Valle del Genal, presentan cifras dramáticas. El abandono del monte y la desaparición de cultivos están propiciando frecuentes y devastadores incendios forestales. En definitiva, estamos asistiendo a la destrucción y desaparición de la vieja cultura de las vertientes, tan común a otras zonas de la montaña mediterránea. Pero no todo es negativo, por fortuna. Existen potencialidades que están dando sus frutos en diferentes campos, como el turístico, los nuevos cultivos, la agroindustria y, desde luego, los propiciados por las figuras de protección ambiental, como el recién nacido Parque Nacional de la Sierra de las Nieves, cuya creación va a suponer un importante impulso al desarrollo sostenible, si bien, por criterios científicos y territoriales, sería deseable su ampliación a la totalidad de Sierra Bermeja.

Los retos son difíciles, aunque también apasionantes. La Serranía en su conjunto necesita de inversiones que mejoren las condiciones de vida y el futuro de sus habitantes. Pero ante todo, se hace preciso que exista unidad entre los territorios que la conforman, huyendo de los localismos y provincialismos: ello exige la instauración de alguna de las figuras administrativas que puedan regular y administrar las relaciones y los procesos socioeconómicos que tanto se echan en falta.

Nuestro propósito aquí no puede ser otro que analizar los hechos, estructurar los conocimientos y realizar los diagnósticos que puedan coadyuvar a sacar a esta tierra, por otra parte tan privilegiada de naturaleza, de una situación de aislamiento, empobrecimiento y paro, y de una falta de perspectivas que amenazan con despoblarla para siempre, convertida, como sugería Christian Mignon, en un gran parque natural presidido por una bella ciudad que sólo alcanzará entonces a ser capital de sí misma.

 

José Antonio Castillo Rodríguez

Presidente IERS